sábado, 3 de marzo de 2012

Carolina, Silvana y Romina, algo más que tres mujeres...


Hubo mujeres que lucharon casi desde el anonimato, en distintos tiempos del boxeo, tratando de destacarse arriba y abajo del ring. La historia de polleras en el pugilismo nacional no comienza con la aparición de Marcela “La Tigresa” Acuña, como la mayoría cree, en los años 90.

En 1926, la tresarroyense Elvecia Cheppi, que se caracterizaba por pelear ante hombres, concretó su primera gran exhibición mixta ante Mayórico Gonzalez, en Tandil, disputando 6 asaltos vibrantes.

En los años 70, la empresaria porteña Mary Canesa, propietaria de Corti Sport, recibió la aprobación de la AMB para que su producto más preciado, los guantes de pelea, fueran aprobados para disputas titulares; Carlos Monzón fue uno de sus usuarios. La historia no terminó aquí.

En la actualidad, un trío se destaca por el rol protagónico asumido en distintas áreas del profesionalismo local. En organización de reuniones, Carolina Duer; en valor periodístico, Sivana Carsetti, y en referato internacional, Romina Arroyo.

La porteña Duer (foto), de 33 años, no sólo es campeona mundial supermosca (OMB): es promotora de sus propias peleas, aplicando un método “revolucionario” de relaciones, públicas y comerciales, que abrió puertas impensadas para esta actividad, dignificando las bolsas de los pugilistas y el marco de las reuniones.

Silvana Carsetti tiene 30 años. Integra el equipo de “Boxeo de Primera” y se destacó con su puntuación neutral en la vergonzosa reunión del 21 de enero pasado en Mar del Plata (Luis Lazarte vs .Johnriel Casimero). Mientras los jurados norteamericanos, atemorizados por la presión de guapos y pochocleros, otorgaban una ventaja localista de 3, 5 y 3 puntos para Lazarte, Carsetti soportó todos los embates y comentó por TyC Sports con 3 puntos -lógicos- en favor del visitante Casimero. Valiente y decoroso.

Por último, la salteña Arroyo, de 28 años, dirigió en menos de un año una serie de 8 mundiales en forma consecutiva, quebrando, con gestiones y méritos propios, la impericia que postergó a los buenos árbitros argentinos, que pocas veces pudieron ingresar al circuito internacional en los últimos 25 años.

Representan mucho más que tres simples mujeres ubicadas arriba y abajo del ring.

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