Soledad Matthysse y su equipo |
El cinturón no altera la
rutina de ninguna madre-esposa-boxeadora.
Y el caso de Soledad Matthysse es un
claro ejemplo. Para la flamante campeona
del mundo cada saludo de sus vecinos en las Mil Viviendas, donde reside desde los 12 años, es un pequeño
estímulo diario. El mismo que recibe alternando la tarea doméstica con Mario Narváes, su pareja y entrenador
con quien lleva adelante su familia más allá del boxeo. Todo eso, en el envase
de una deportista de tiempo completo.
“El título es un empujoncito, una motivación y sobre todo una
responsabilidad. Más que nunca hay que entrenar a conciencia sabiendo que
me costó tanto y que ahora tengo que demostrar un poco más. Siempre hay que
corregir, no soy una boxeadora perfecta. Siempre trato de aprender. El resto no
cambia, quiero retener el título en la primera defensa y para eso me entreno a
full”, dijo Soledad que reconoce
progresos en su boxeo y un cambio reflejado en el ring y agrega: “Me
sentí con más movilidad en las piernas, tiré más combinaciones y con mayor
potencia”.
Como los aplausos deben
alimentarse en cada función, Matthysse
resignó vacaciones (“apenas descansé una
semana después de la última pelea”) y entrena en equipo, con planificación
y la ayuda extra de contar con Omar
Narváez –su cuñado- como asesor. “Me encantaría pelear con las
rivales que perdí aunque nosotros nunca elegimos a las rivales. Me gustaría de
nuevo Jackie Nava; Jazmín Rivas y La Tigresa Acuña también”.
Inevitable, en tierra de
mujeres campeones no plantear la hipótesis de un duelo trelewense con Claudia López. “Las ganas
siempre estuvieron. Siempre la pedimos, pero del otro lado nunca hemos tenido
respuestas. Me encantaría, sería una pelea muy linda porque somos las dos de
acá. Viendo como estoy y lo que me he superado, siento que le puedo ganar”
aunque reconoció que “su” peso es gallo o supergallo, divisiones que “La Chica Diez” podría rendir en la
balanza. “Peleo en pluma porque
aproveché las chances que se dieron pero no es mi categoría. El desafio siempre
estuvo”, insistió.
Sole
admite que el acompañamiento familiar es clave y en éste sentido elogia la
paciencia de Mario Narváes: “Lo
llevamos muy bien, es una rutina para nosotros levantarnos a las 7, desayunar y
después ir a la pista de atletismo. El me acompaña, está siempre al lado mío.
Se lo agradezco aunque sea parte de mi vida”. Y tiene palabras
elogiosas para su team: Peto Ruíz
(preparador físico); Jessica Leiva
(amiga y spárring); su sobrino Ezequiel
y papá Mario Edgardo quien no duda en calzarse los guantes para colaborar
cuando haga falta.
El “hola campeona” y los pedidos de foto de sus vecinos, no le cambia
el sentido a su carrera. “Es normal y está bueno eso. Todos me conocen
y saben del esfuerzo que hago. Me siento muy contenta”.
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