El fallo contra La Tigresa Acuña, como nunca desnudó
sospechas que continuamente existen en el mundo del boxeo, pero a la vez pone
en tela de juicio el comportamiento y complicidad de todos sus protagonistas.
El aliciente es que
esta vez no hay polémicas, ya que prácticamente desde todos los sectores del
boxeo están de acuerdo: a la Tigresa
Acuña la robaron frente a la mendocina Yésica Marcos, y el acuerdo incluye
hasta los rounds que perdió (6º y 7º, con lupa, por medio punto si se fallara
con el reglamento argentino). El resto los ganó.
Pero tal aliciente,
curiosamente agrava la situación, porque la transforma en alevosa, sospechosa y
rayana con la deshonestidad. ¿Mala
noche? ¿Cuestión de criterios? ¿Ineptitud? ¿O algo más?
El propio presidente de la FAB, Osvaldo Bisbal,
se manifestó indignado con el fallo de dos de los jueces -el argentino residente en Chile Jorge Trípodi (empate en 95), y el
uruguayo Hugo de León (Marcos 96-94), quien ya había sido suspendido 7 años por
su federación uruguaya en 2011, por haberle otorgado la victoria –con idénticos
guarismos- a su compatriota Chris
Namus, pese a haber recibido una paliza de la española Loli Muñoz, sanción que le levantaron luego al cambiar las
autoridades-.
La indignación de Bisbal lo llevó a redactar una carta a
la OMB y AMB –organismos que patrocinaron el título mundial supergallo en juego-
pidiendo una revancha inmediata. Y algo más, que es casi una sentencia:
proscribió a ambos jueces para volver a trabajar dentro del país.
La sanción –aplaudible-
encierra implícita toda una declaración de principios: ¿una mala noche, un mal fallo, una equivocación, un error involuntario,
diferencia de criterios, e inclusive, la ineptitud, se castiga así? Y, de
ser ésta última la razón (ineptitud), siendo éstos asiduos trabajadores en
cuanta pelea internacional hay en nuestro país, ¿recién ahora se dio cuenta Bisbal de ella?
Da la sensación de que
el presidente sabe o sospecha de las mismas cosas que a veces se ponen en tela
de juicio en este espacio cuando se habla de “mano negra”, con la diferencia de que por alguna razón ahora que
él coincide, es más válido pensarlas. ¿Pero
cuál es el parámetro? ¿Puede serlo la exclusiva opinión de una persona?
Nadie tiene pruebas de
nada, y cabe la posibilidad de que cada cual tenga espíritu localista, temores
ocultos a ir contra las masas (había
45.000 personas en el estadio, que fueron por Marcos, aunque estaban pacíficas
y atónitas), o estén tan compenetrados con el “sistema” que de antemano “entiendan”
por sí solos lo “políticamente correcto”,
sin que nadie les diga nada ni retribuya de ninguna manera. Pero eso solo, los
invalida para sus tareas.
Si fue así, o de algún
otro modo más deshonesto, estas son unas de las posibles consecuencias cuando
alguien decide pactar con el diablo. No obstante, al día siguiente, ambos
volvieron a trabajar en la velada de Rosario,
en un gran pito catalán, no se sabe de quién a quién.
Similar ocurre con la Tigresa –que en un dato no menor
finalmente cobró la bolsa pactada en principio, sin rebajas más que el precio
del dólar blue, que se retrotrajo al momento del acuerdo, sin actualizar-,
quien supo gozar de las ventajas y privilegios de un sistema que la amparó, y
que de pronto parece haberle soltado la mano. O mejor, fue ella quien la soltó
sola, aferrándose a otra, o buscando una independencia que en este boxeo es
como el desamparo.
Hoy el mismo ampara a Marcos, quien lo acepta como lo supo
hacer la Tigresa, aunque ahora junto
a su marido Ramón Chaparro
reaccionaron contra quien creyeron inspirador de la trama, su –ahora- ex mánager Osvaldo Rivero, en clara
alusión de desconfianza, que se supone hija de alguna constancia previa.
“Calavera
no chilla”, dice el refrán, y quejarse a la salida habiendo
gozado del camino, es tan cuestionable como el propio camino, si es que éste es
cuestionable. Pero peor sería quejarse por quedar afuera, o por haberse salido
involuntariamente.
De hecho, pese a romper
relaciones, de haber revancha y aceptarse las condiciones que impondrá la Tigresa, ésta permitirá que vuelva a
organizarla Rivero en Mendoza,
porque ¿si no quién? Entonces se bancará pagar peajes, facturas y demás yerbas,
que le afectará menos a ella que al boxeo y sus inocentes amantes, que sin “ojo de halcón”, ni “telebeam”, ni
“fotofinish” en este deporte deben seguir confiando en la honestidad y
falibilidad humana, como hace 100 años.
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